sábado, 17 de mayo de 2008

Es preciosa mi sangre

No nos importa la identidad como carta de ciudadanía,
No nos importa la identidad como cuota dentro del sistema,
No nos importa la identidad como espacio de reivindicación de derechos,
No nos importa la identidad como espacio de poder, ni de “ficción de poder” y nos mofamos del empoderamiento.
No nos importa la identidad como aditamento de diversidad que nutre al neoliberalismo en la ornamentación de sus horrores.
No nos importa la identidad como sentido de pertenencia, ni de obediencia.
Cualquier identidad puede ser engullida y absorbida por la normatización el disciplinamiento y la lógica del sistema, cualquier disidencia puede ser reabsorbida reconducida, reacondicionada y consumida.
No importa cual fuera el punto de partida para ésta: la edad, el sexo, el color de la piel, el lugar geográfico donde has nacido, tus elecciones para el placer, tu origen cultural, tu trabajo , tu ropa, no importa.
Cualquiera de estas diferencias contenedoras de identidades pueden nutrir al propio sistema en su reforzamiento, pueden constituir una prótesis del sistema en su fortalecimiento, en sus espejismos de libertad, en sus augurios de incorporación e inclusión sociopolítica.
La inclusión no es sino un proceso de vanalización de la identidad, de reducción de sus contenidos al mínimo, es un proceso de vaciamiento y sustitución de horizontes propios , quiméricos y utópicos por horizontes prestados, posibles e igualitarios.
A nuestros ojos no está pues la disidencia del sistema en la sexualidad, el placer, ni el sexo, no está la disidencia del sistema en el color de la piel o el origen cultural por sí mismos y de antemano.

No es ser indio alternativo a ser blanco;
Ni ser mujer alternativo a ser hombre,
No es ser transexual alternativo a ser hombre,
Ni ser maricón o lesbiana alternativo a ser heterosexual.
Porque todos éstos lugares de identidad han sido tomados en cuenta, cubiculados, clasificados y ordenados y hasta perversamente constituidos para hacer turno y fila en su proceso de incorporación y aniquilamiento. En otras palabras las posibilidades de que esto suceda son hartas, son constantes y están dadas de antemano no necesariamente desde una práctica persecutoria como tantas veces suponemos o imaginamos, sino desde una práctica rutinaria y sutil. Por eso la identidad vivida vista, sentida o pretendida como bloque, como unidad social, como lugar de contestación social inequívoco, como pertenencia rígida e ineludible no es sino un engranaje más de las tantas formas de dominación porque vista así es también una forma de reedición de los mandatos de agrupamiento entre idénticos en torno de un padre como poder ordenador .
La identidad no es tampoco un campo de legitimidad política a priori.
Pienso en mis amigas las indias, en las hermanas aymarás o quechuas o de cualquier otra cultura cuya desobediencia cultural les significa el despojo del lugar de pertenencia, pienso en los mandatos de maternidad y servidumbre que pesan sobre ellas como indias y de cara a sus propios hermanos de cultura, mandatos imposibles de separar de la afirmación cultural por lo que cada vez que una de ellas se nombra a sí misma como india se nombra también y al mismo tiempo como “obediente de un mandato”.
Pienso en los espacios GLBT constituidos así desde la norma heterosexual y convertidos en sacos identitarios indiferenciados y amorfos donde cave todo. Lugar donde se impone la constitución de identidad desde una visión liberal del placer que divide la cancha entre heterosexuales versus “otros”, en un agrupamiento de prácticas sexuales que incluyen relaciones de violencia y sometimiento que las mujeres y las mujeres lesbianas conocemos perfectamente y que forman parte en muchos casos de nuestro proceso de socialización, que forman parte de nuestra memoria remota y que las conocimos en el seno de la familia nuclear patriarcal y porque allí las conocimos hoy no las reconocemos como alternativas ni transgresoras, sino como violentas destructivas y aniquiladoras. La violación y el incesto no son juegos de roles intercambiables, ni son juegos estéticos de género, son formas ancestrales de violencia contra nosotras las mujeres.
El núcleo GLBT es un espacio identitario donde las lesbianas hemos extraviado la memoria de nuestras luchas , la palabra propia y directa, el horizonte propio, el vínculo con otras mujeres y hasta la noción de nuestros propios cuerpos y del deseo lésbico como constituyente de un desacato al patriarcado fundamental e imperdonable.
No hay identidad que me haya ofrecido refugio ni acogida, porque no hay identidad que me haya considerado en ultima instancia pura y digna de pertenencia. Por eso asumo dichosamente la perspectiva desde fuera.
Huyo fuera,
al afuera,
a la intemperie,
a la calle,
a la vulnerabilidad completa.
Me ubico por fuera de los mandatos y los códigos de convivencia y de obediencia. Y opto por incomodar en todos los espacios .
Trascender la afirmación de la identidad y reconocerme, impura, imperfecta, desarraigada, desvinculada, contradictoria y compleja. Puedo reconocerme -no perteneciente- y romper la mudez y el silencio hablando una lengua inédita.
La identidad nos importa en la medida en la que es espacio para crear desorden socialdesorden afectivo, desordenando turnos, prioridades y privilegios.
Nos importa para deshacerla, rehacerla y reinventarla.
Rechazamos la autoafirmación egocéntrica reiterativa, victimista y rutinaria de la diferencia, partimos de la certeza que ningún espacio asignado ni inclusivo, ni exclusivo, ni excluyente, ni separatista es terreno de lucha y contestación social.
Por eso construimos e inventamos un espacio propio no prestado por el orden social; un espacio que es ejercicio subversivo, que es artesanal y no académico, que es práctica social y palabra al mismo tiempo.
Un espacio capaz de desordenar las relaciones sociales y sus jerarquías, no constituyéndose allá lejos en una isla de la fantasía o en un aula académica, sino instalándose en el centro de las relaciones sociales, en el centro de las angustias de cada día, instalándose en el centro de los mercados, de la televisión, de las paredes de las calles y de los chismes de la gente.
Es el espacio de las relaciones insólitas construidas no desde la identidad sino desde la rebeldía y el desacato de pertenencia; un espacio de desobedientes, de enloquecidas, de rebeldes.
Espacio heterogéneo que no expresa la suma de variedades, espacio heterogéneo que no es la suma de diversidades como en un supermercado, sino que expresa formas de relacionamiento prohibidas e insólitas.
Formas de hermanamiento y complicidad prohibidas, subversivas e insólitas. Mujeres hermanadas, mujeres constituyéndose unas a otras en interlocutoras, actoras, y revoltosas, reinventoras de todos los significados, de los significados del color de la piel, del cuerpo y del deseo .
Espacio de hermanamiento no con la otra “igual”, sino con la otra diferente., espacio siempre incompleto donde la identidad esta destinada a ser únicamente un fragmento de.
Espacio que nos exige la construcción de coreografías y geografías propias que hagan nuestro relacionamiento posible, para tocarnos y entendernos, para querernos y solidarizarnos y para rebasar los límites de unas y otras en un proceso de construcción de soberanía imborrable.
Coreografía de unas al lado de las otras,
de unas con las otras,
Coreografía de todas o ninguna;
sin filas, ni turnos de lo aceptable
Coreografía de mujeres reconstituidas desde la rebeldía en sujeto histórico transformador y desordenador.
Espacio de heterogeneidad, espacio de celebración de la diferencia y de celebración de la unidad compleja de diferentes al mismo tiempo.
Celebración de una unidad indigesta, inexplicable e incompleta.Celebración de historias personales y elecciones existenciales; augurio de cambio y augurio de utopía.
Espacio político de indias, putas y lesbianas juntas, revueltas y hermanadas:
Juntas desobedeciendo mandatos culturales.
Juntas desobedeciendo privilegios y jerarquías.
Juntas desobedeciendo mandatos familiares,
juntas reescribiendo nuestros amores para ser hermana, amiga y amante de quien yo quiero ser.
Juntas desobedeciendo mandatos religiosos, patrióticos y militares.
Juntas en asamblea de voces directas que no admiten traducción, intermediación, interpretación, ni representación.
juntas para reinventarnos y también para sobrevivir.
Juntas como augurio de utopía y tarea urgente al mismo tiempo.

María Galindo


Mujeres Creando

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