viernes, 16 de mayo de 2008

A propósito del "Día contra la violencia hacia la mujer"

El 25 de noviembre se conmemora el día de la no violencia contra la mujer. Es una buena oportunidad para pensar sobre el punto, que muchos solo ven en su aspecto más brutal de la violencia física, pero que comienza mucho antes, con la negación de la mujer como persona, cuando se le desconoce el derecho a ser como elija, dejando de lado los estereotipos del sistema patriarcal. La fuerza de éste como cualquier sistema de opresión está en que los sujetos que lo conforman no sean consientes de él, por eso el primer paso para el cambio es hacerlo visible.
Cada vez que me reconozco como feminista tengo que aclarar que no estoy contra los hombres ni reclamo privilegios
para las mujeres. El vocabulario es tan tendencioso que se entiende al feminismo como antítesis de machismo (poder hegemónico de los varones). Entonces se cree que es pasar a que manden las mujeres. Y eso horroriza, tanto a unos como a otras que entonces, temerosas, se apuran a aclarar “yo no soy machista ni feminista”, como si esto fuera posible, pero según creo no lo es;… o estoy a favor del sometimiento de la mujer o de su liberación. No hay otra opción. El poder hegemónico de la mujer no lo plantea nadie.
Por el contrario el feminismo es la vindicación de la mujer como persona, la búsqueda de obtención de todos los derechos sin distinción de género y la exigencia de respeto de todos sus pares.
Me han dicho que esa búsqueda esta pasada de moda porque actualmente somos iguales. Por eso quisiera nombrar algunos “detalles” que marcan qué tan iguales somos.
Empecemos por analizar un poco el vocabulario que nos forma.
La humanidad es “El hombre”, las mujeres vamos incluidas. Y así en todas las generalizaciones (ciudadanos, padres, maestros, etc.) Basta que haya solo un varón en lo que se quiera nombrar, aunque haya 100 mujeres, para que se use el sustantivo masculino, hacerlo al revés (decir alumnas en vez de alumnos) implica una “denigración” para el varón incluido.
No es casual que a (casi) todas las embarazadas o parejas primerizas se les desee y ellas mismas deseen públicamente que su hijo sea varón, solo con el segundo se animan a opinar “es lo mismo”. El primero es la revancha de la madre y la prolongación del padre en la vida libre. Se escucha “quisiera un varón porque son más independientes” (claro, él puede ser lo que quiera, siempre que quiera seguir siendo varón).
¿no sospechan ni por asomo que las personas no nacen diferentes si no que nosotros los hacemos de una u otra manera? Todos necesitamos ser amados y si mamá me dice que soy buena y obediente y que mi hermano es fuerte y valiente, seremos así, trataremos de ser como mamá nos quiere. Luego, como la escuela y la sociedad nos quiere.
Unos tienen permiso para expresarse, otras son reprimidas ante el intento.
Si hemos estado en alguna reunión de padres en la escuela, es muy probable que recordemos éste comentario. “Fulanito es inteligente pero no estudia, es vago, en cambio la hermana, pobrecita no es tan inteligente pero es tan cumplidora y aplicada”.
¿A quien estamos estimulando, quien se sentirá más seguro de si mismo/a? Seguramente se puede justificar "lo digo porque es cierto”, pero también lo podemos ver como que es cierto porque se lo dijimos así desde que nacieron.
Quien no escucho “Mi nene es peleador, revoltoso” “Los varones son así” en cambio “Ella es una llorona”, o dicho de otra forma ellos pueden luchar y defenderse (son alentados para eso) y a ellas se les dice” ¡las mujeres no pelean! ¡Eso es de varones!...No insultan, no gritan, no tiran cosas, en definitiva tienen prohibido rebelarse. También está mal visto que disfruten de la energía de su cuerpo, que corran, trepen árboles, se ensucien, hagan ruido. Disfrutar no es de mujeres “Sos una machona”.
Todo ayuda en la creación de seres que ocupen un lugar predeterminado en la sociedad
También forma lo que se habla todos los días, en cualquier lado. Veamos, los insultos hacen siempre referencia a las mujeres de la familia del agredido, o de manera degradante al rol femenino en el acto sexual. Así mismo tener coraje, es tener atributos masculinos y poner “todo en juego” es poner esos atributos sobre la mesa.
El año pasado, pasaron por mi casa para hacer una encuesta y la última pregunta fue” ¿Quién es el jefe de hogar?”. A lo que respondí “En éste hogar no hay jefe”. La encuestadora se sorprendió ante la respuesta y trató de persuadirme para que conteste a lo que me negué repetidas veces y al final las dos nos reímos. No estaba prevista esa simpleza. En esta sociedad, aunque bastante evolucionada, se le sigue llamando “jefe de hogar” al proveedor varón, aunque los proveedores en la pareja sean los dos, y aunque fuera solo él, ¿Por qué esa condición le da el rol de jefe? ¿Porque es más valorizada la posición del que aporta bienes económicos que no podría aportar si la mujer no hiciera el trabajo doméstico gratis? Así funciona el patriarcado y en él transitamos subordinadas e inconcientes. Creyéndonos libres, repitiendo conductas (sólo a la nena se le pide ayuda en casa) y lenguaje (para nada inocente ni casual), ¿no nos damos cuenta en la posición en que nos ponemos?

… Y si pasa entre las paredes del hogar “no te metas”, “cada casa es un mundo”, “dejalos que se arreglen entre ellos” y hemos escuchado hasta el extremísimo “si no se va es porque le gusta que le peguen”. Así muchísimas mujeres sufren violencia familiar de los mismos que las mantienen económicamente sometidas, y los demás indiferentes, como si tuvieran derecho a agredirnos por el solo hecho de ser mujeres. ¿No será que lo privado también es público y que no hay que dejar solas a las víctimas?
Y desde la cultura también baja la línea hegemónica. Pensemos en música, nadie puede negar que el tango sea mayoritariamente machista, pero algo más moderno como el rock ¿es más evolucionado? ¿Han escuchado un tema de Attaque 77 haciendo una apología del crimen de Barreda? Por si no lo recuerdan es aquel dentista platense que cometió el “acto heroico” de asesinar a todas las mujeres de su familia (esposa, suegra e hijas). ¿Puede alguien justificar algo así? Y por lo visto sí, porque los jóvenes hacen pogo mientras vitorean a la banda. Y a muchos adultos le cae simpático.
Por otro lado muchas creen ganar espacios volviéndose forzosa y exageradamente sexuadas, imitando conductas sin compromiso y relaciones sin responsabilidad, tradicionalmente masculinas. Así en lugar de volvernos más libres nos enredamos más y más, haciéndoles la vida más fácil a los que siempre la tuvieron fácil. Y ahí tenemos embarazos adolescentes, madres involuntariamente solas, o resignadas a compartir amores que no llegan a ser exclusivos.
Cuando las mujeres salimos al ámbito público, se nos ve como peligrosas, sali
mos a robar espacios ajenos. Cuando los varones se involucran en lo doméstico “bajan” a ayudar porque son buenos. “Vos tenés suerte que tu marido te ayuda”. Todavía hoy si la casa está sucia la sucia es la mujer y si en la casa se pasan necesidades económicas el haragán es el hombre. ¿No es la casa y la familia acaso de los dos? ¿No es la sociedad un lugar para compartir?
Así los roles nos tienen a todos presos, nadie es del todo libre mientras se espere de él o ella que cumpla determinado puesto por el sexo con el que vino al mundo.
Todos desde chicos y chicas tendríamos que poder hacer cosas y
decir cosas, probar y equivocarnos, eso nos hace capaces. Decirle a alguien “eso no lo hagas que no es para vos, que no vas a poder” es truncar un deseo y cuando se repite mucho ese comentario genera una frustración que anula la persona que podríamos haber llegado a ser.
Aunque aquí me centré en las mujeres, es obvio que igualmente los hombres son presas de moldes de los que les es muy difícil salir. La única diferencia es la jerarquía del molde. Atrevernos a ser cada cual como sea, desprendernos de lo que los demás esperan que seamos es el gran desafío. Hoy mi hija me dijo que todo esto no es determinante sino condicionante. Y tiene razón, hay salida, se puede cambiar, no es inalterable.
Sueño con un mundo en el que nuestros hijos e hijas puedan vivir sin prejuicios, pudiendo elegir como ser, sin lugares predeterminados, sin opresores ni oprimidos ni en la sociedad, ni en la casa, ni en la cama. Después vendrá la “conveniencia” de tener una hija, así escuchamos “tengo todos varones, quisiera que ésta fuera nena, porque son más compañeras, no se van como ellos”, léase: “me va a cuidar cuando esté vieja y enferma”. O también he escuchado “las nenas son mas lindas para vestirlas y peinarlas”… ¿puede ser tamaña aberración? ¿Encontrarle lo positivo a una hija en que nos haga de muñeca?
Sabemos que la palabra es creadora. Así si a alguien se le repite desde que nace que no sirve para nada, no servirá para nada. Bueno, ahora pensemos como nos nombraron a nosotras desde que nacimos y como nombramos nosotras y nosotros a nuestras hijas e hijos.
A los varones se los forma para que sean independientes (no nacen así), se les exige, se los presiona para que se autoabastezcan, porque se cree que pueden, se les pide que hagan cosas importantes porque se cree en ellos. A nosotras se nos “perdona” que no lo hagamos, podemos ser flojas, débiles, al fin y al cabo somos mujeres, podemos seguir siendo dependientes toda la vida (¡que mejor!). Es ese el privilegio con que se nos educa, por los mismos que se benefician con tenernos fuera de circulación. Niñas eternas. Así se valora en los niños la acción, la decisión, la tenacidad, la agresividad, mientras a las niñas se las espera suaves, pasivas, delicadas, ¡calladas! Tanto que a veces no se atreven a denunciar abusos de esos mismos que de niños fueron incitados a ser tan agresivamente activos.
Desde la infancia en los niños se “admira” la valentía, la inteligencia, el arrojo, la perseverancia, la fuerza, el raciocinio, se los define como más ruidosos, agresivos.
A las niñas se les “elogia” que sean prolijas, obedientes, dóciles, mansas, coquetas, que hablen bajo (de paso nadie las escucha) y que estén lo mas quietas posible. Y lo estarán seguramente, y probablemente serán sumisas y tan bajo hablarán que no podrán pedir ayuda cuando necesiten.
A todos se nos educa para trabajar pero a unos para que trabajen buscando la recompensa y a otras para que lo hagamos gratis, como servicio. A los varones ni se les cruza por la cabeza trabajar gratis. Y este matiz como todo lo demás trae consecuencias.
¿Cuántas personitas habremos matado en la cárcel de ese molde? ¿Cuántos seres creativos, originales, no pudieron y no podrán liberarse de él?
Las madres, los padres y los docentes
¿no sospechan ni por asomo que las personas no nacen diferentes si no que nosotros los hacemos de una u otra manera? Todos necesitamos ser amados y si mamá me dice que soy buena y obediente y que mi hermano es fuerte y valiente, seremos así, trataremos de ser como mamá nos quiere. Luego, como la escuela y la sociedad nos quiere.
Unos tienen permiso para expresarse, otras son reprimidas ante el intento.
Si hemos estado en alguna reunión de padres en la escuela, es muy probable que recordemos éste comentario. “Fulanito es inteligente pero no estudia, es vago, en cambio la hermana, pobrecita no es tan inteligente pero es tan cumplidora y aplicada”.
¿A quien estamos estimulando, quien se sentirá más seguro de si mismo/a? Seguramente se puede justificar "lo digo porque es cierto”, pero también lo podemos ver como que es cierto porque se lo dijimos así desde que nacieron.
Quien no escucho “Mi nene es peleador, revoltoso” “Los varones son así” en cambio “Ella es una llorona”, o dicho de otra forma ellos pueden luchar y defenderse (son alentados para eso) y a ellas se les dice” ¡las mujeres no pelean! ¡Eso es de varones!...No insultan, no gritan, no tiran cosas, en definitiva tienen prohibido rebelarse. También está mal visto que disfruten de la energía de su cuerpo, que corran, trepen árboles, se ensucien, hagan ruido. Disfrutar no es de mujeres “Sos una machona”.
Todo ayuda en la creación de seres que ocupen un lugar predeterminado en la sociedad
También forma lo que se habla todos los días, en cualquier lado. Veamos, los insultos hacen siempre referencia a las mujeres de la familia del agredido, o de manera degradante al rol femenino en el acto sexual. Así mismo tener coraje, es tener atributos masculinos y poner “todo en juego” es poner esos atributos sobre la mesa.
El año pasado, pasaron por mi casa para hacer una encuesta y la última pregunta fue” ¿Quién es el jefe de hogar?”. A lo que respondí “En éste hogar no hay jefe”. La encuestadora se sorprendió ante la respuesta y trató de persuadirme para que conteste a lo que me negué repetidas veces y al final las dos nos reímos. No estaba prevista esa simpleza. En esta sociedad, aunque bastante evolucionada, se le sigue llamando “jefe de hogar” al proveedor varón, aunque los proveedores en la pareja sean los dos, y aunque fuera solo él, ¿Por qué esa condición le da el rol de jefe? ¿Porque es más valorizada la posición del que aporta bienes económicos que no podría aportar si la mujer no hiciera el trabajo doméstico gratis? Así funciona el patriarcado y en él transitamos subordinadas e inconcientes. Creyéndonos libres, repitiendo conductas (sólo a la nena se le pide ayuda en casa) y lenguaje (para nada inocente ni casual), ¿no nos damos cuenta en la posición en que nos ponemos?

… Y si pasa entre las paredes del hogar “no te metas”, “cada casa es un mundo”, “dejalos que se arreglen entre ellos” y hemos escuchado hasta el extremísimo “si no se va es porque le gusta que le peguen”. Así muchísimas mujeres sufren violencia familiar de los mismos que las mantienen económicamente sometidas, y los demás indiferentes, como si tuvieran derecho a agredirnos por el solo hecho de ser mujeres. ¿No será que lo privado también es público y que no hay que dejar solas a las víctimas?
Y desde la cultura también baja la línea hegemónica. Pensemos en música, nadie puede negar que el tango sea mayoritariamente machista, pero algo más moderno como el rock ¿es más evolucionado? ¿Han escuchado un tema de Attaque 77 haciendo una apología del crimen de Barreda? Por si no lo recuerdan es aquel dentista platense que cometió el “acto heroico” de asesinar a todas las mujeres de su familia (esposa, suegra e hijas). ¿Puede alguien justificar algo así? Y por lo visto sí, porque los jóvenes hacen pogo mientras vitorean a la banda. Y a muchos adultos le cae simpático.
Por otro lado muchas creen ganar espacios volviéndose forzosa y exageradamente sexuadas, imitando conductas sin compromiso y relaciones sin responsabilidad, tradicionalmente masculinas. Así en lugar de volvernos más libres nos enredamos más y más, haciéndoles la vida más fácil a los que siempre la tuvieron fácil. Y ahí tenemos embarazos adolescentes, madres involuntariamente solas, o resignadas a compartir amores que no llegan a ser exclusivos.
Cuando las mujeres salimos al ámbito público, se nos ve como peligrosas, salimos a robar espacios ajenos. Cuando los varones se involucran en lo doméstico “bajan” a ayudar porque son buenos. “Vos tenés suerte que tu marido te ayuda”. Todavía hoy si la casa está sucia la sucia es la mujer y si en la casa se pasan necesidades económicas el haragán es el hombre. ¿No es la casa y la familia acaso de los dos? ¿No es la sociedad un lugar para compartir?
Así los roles nos tienen a todos presos, nadie es del todo libre mientras se espere de él o ella que cumpla determinado puesto por el sexo con el que vino al mundo.
Todos desde chicos y chicas tendríamos que poder hacer cosas y decir cosas, probar y equivocarnos, eso nos hace capaces. Decirle a alguien “eso no lo hagas que no es para vos, que no vas a poder” es truncar un deseo y cuando se repite mucho ese comentario genera una frustración que anula la persona que podríamos haber llegado a ser.
Aunque aquí me centré en las mujeres, es obvio que igualmente los hombres son presas de moldes de los que les es muy difícil salir. La única diferencia es la jerarquía del molde. Atrevernos a ser cada cual como sea, desprendernos de lo que los demás esperan que seamos es el gran desafío. Hoy mi hija me dijo que todo esto no es determinante sino condicionante. Y tiene razón, hay salida, se puede cambiar, no es inalterable.
Sueño con un mundo en el que nuestros hijos e hijas puedan vivir sin prejuicios, pudiendo elegir como ser, sin lugares predeterminados, sin opresores ni oprimidos ni en la sociedad, ni en la casa, ni en la cama.

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